Estudiar y realizar una actividad física como algún deporte, no es tan fácil que digamos; a mis 22 años para ser sincera, soy algo floja en ese aspecto y por mucho que me esforzaba en gimnasia nunca superaba las pruebas físicas que me asignaban. Luis, mi profesor sabía que yo tenía muchas posibilidades de ser algo en la vida gracias a mi esfuerzo por los estudios, pero aun así y aunque le diera pena, si no ponía esfuerzo en ello, no era posible adquirir el físico que deseaba tener. Hablé con él para intentar darle una solución a mi problema y llegamos a la conclusión que lo mejor sería un preparador físico que me ayudara por las tardes.
"Yo lo haré encantado Angélica, me dijo” siempre y cuando te esfuerces y pongas interés". Acepté encantada. Sobre todo por ahorrar algo y tener en confianza un entrenador personal conocido. Llegamos al acuerdo de vernos por las tardes en el gimnasio de la facultad a las 17:00 horas, ya que a esa hora, casi no rondaba nadie por allí. Comenzamos con las pruebas: flexibilidad, fuerza, resistencia y velocidad; sin embargo la flexibilidad era lo mío, había estado muchos años en ballet y rítmica y se lo quise demostrar.
Él me miraba divertido apoyado en la pared. Lo miré por un momento detenidamente, era muy atractivo, algo moreno, tendría unos 39 o 40 años, pelo negro, ojos miel, labios carnosos, y mucho más alto que yo. Vestía ropa muy ligera que resaltaba su delicioso cuerpo; de su cuello colgaba un silbato. Sonreí al imaginar las cosas que podría hacer con ese silbato suyo. En una de esas clases, me estaba poniendo cachonda de pensar en aquello. Luis pareció leerme el pensamiento y quiso disolver mis pensamientos “Angélica, ¡vamos! enséñame eso que sabes hacer me decía.
Me apoyé en la pared completamente recta, indicándole que me tenía que ayudar, le dije: Luis con tu rodilla aprieta mi pierna derecha e inmovilizada hasta que no me pueda mover, y con tu mano sujeta mi pierna izquierda y súbela todo lo que puedas. Mientras me miraba asombrado por la destreza de mi técnica, lo interrumpí para decirle que bajara mi pierna, pues ya sentía dolor.
Fui a beber agua para tomar un descanso y al soltar la botella me agaché completamente dejando mi gran trasero en pompa delante de sus ojos, que aunque no los viera, sentía su mirada fija allí. Los pantalones deportivos cortos que llevaba dejaban poco a la imaginación en aquella postura. Intentamos nuevamente el entrenamiento anterior hasta que mis piernas tocaron sus hombros "Vaya Angélica, pareces un chicle” me dijo". Con una de mis manos agarré la suya y la manejé recorriendo mis muslos hasta llegar a mi entrepierna: ¿Andrea que haces? me reprochó mi entrenador.- Estoy muy caliente, por favor, ayúdame a quitarme esta calentura le dije. Tú sabes que soy chica transexual, te prometo que no se enterará nadie, será nuestro secreto le dije.
No se controló ni un poco más, comenzó a tocarme con pasión a través de los finos pantalones y mi excitación crecía al ver su cara de lujuria mezclada con miedo.- Me bajó el pantalón y mis bragas se fueron con ellas y comenzó a chuparme la cola hasta dejarme totalmente lista, la verdad en ese momento moría de placer. “No chilles Angélica me decía, podría quedar alguien aún por aquí. – Me tapó la boca con la mano para que mis gemidos se escucharan menos; sobre todo, cuando introdujo dos de sus dedos en mi ano, volviéndome loca de placer sin descanso.
¿Se te ha pasado la calentura?-Preguntó Luis, mientras alistaba su hermoso pene para follarme.- -No profesor, quiero que me folles a tu gusto, en cuatro patas sobre el banco, sobre la pared, como tú quieras, le dije con la mejor cara de puta que pude poner para que no se echara atrás. Me cogió del pelo y me hincó de rodillas delante de él, comencé a morder el gran bulto que se escondía bajo ese paquete, consiguiendo hacer un reguero de babas mojadas sobre la tela. Liberé su falo de aquel pantalón que solo estorbaba y al salir tremendo verga me dio un porrazo en la mejilla. Aquello le excitó bastante y comenzó a darme con ella sobre la cara, hasta que de una sola embestida la metió en mi boca. Lo besé y chupé ayudando a masturbarle con mi mano hasta que se apartó rápidamente para no correrse.
Se tomó un descanso para que aquel gusto que le había proporcionado pasase a un segundo plano y poder continuar conmigo. Me puso de pié frente al banco y me hizo apoyar mis manos en el con las piernas juntas completamente y cerradas. Bajó mi pantalón y me penetró rápidamente. Unas cuantas embestidas y ya, muy placenteras en aquella postura, pero muy rápidas. Lo miré con mala cara, no quería que esto acabase aquí.- ¿Cómo aprobaste la prueba de resistencia profesor? - Le dije con picardía.
Aquello le hizo gracia y mientras sonreía me besó. - Me tienes muy caliente Angélica. Me voy a correr, pero antes, vamos a ver si tú apruebas la de flexibilidad. Repitió el primer ejercicio y apoyada en la pared subió mi pierna hasta arriba; así me folló por mi cola haciendo que me corriera mientras me penetraba, esta vez, grite de placer, ya no me importaba nada. El también emitió un rugido de macho cuando se corrió, sacando su polla de mi boquiabierto ano y derramando su semen caliente en mis piernas.
Tú me has aclarado algunas dudas con respecto a mis gustos por las chicas transexuales, eres una hembra total me dijo, mientras me daba un dulce beso en los labios. Tal fue mi suerte que este hombre se ha convertido en mi amante ocasional regalándome los más dulces orgasmos anales; a pesar de estar casado y tener una hermosa esposa, siempre nos damos un tiempo para dar rienda suelta a nuestras ocultas pasiones..